Hoy soñé que se moría. Que él se moría. No hace falta decir que fue el sueño más horrible que he tenido nunca. No sabía la razón, no sabía nada. Solo sabía que él ya no estaba, ni iba a estar. Nunca. Que había perdido toda oportunidad de decirle lo que sentía, lo que me quemaba por dentro. Aunque eso no era lo que más me importaba. Lo que más me importaba era él. Se había acabado, todo lo que el tenía, su familia, sus amigos, su todo. Su vida entera, ya, ahora. Y no hacía más que recordarlo a cada momento, sus ojos, su voz, ese olor increíble, que nunca llegaría a saber si era colonia o era simplemente él. Nunca, no más, era lo que me costaba aceptar. Solía pensar que algún día me iba a atrever, que iba a llegar y mirarle y hablarle sobre lo que pasaba, que ya no podía más, que era... buá.
Me desperté llorando